El deporte es capital para tratar la enfermedad del Parkinson y mejorar las condiciones de vida de los pacientes afectados.
La enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente y la primera como enfermedad paradigma de trastorno del movimiento. La padece hasta el 2% de la población mayor de 50 años y en España según la Sociedad Española de Neurología la prevalencia es de 120.000 a 150.000 personas. Cada año se diagnostican 10.000 nuevos casos en nuestro país, cifra que va en aumento en relación paralela al incremento de la esperanza de vida en los países desarrollados. La progresión de la enfermedad y la falta de tratamientos modificadores del curso de la misma, han llevado a la búsqueda incesante por las sociedades científicas de un tratamiento farmacológico capaz de enlentecer su evolución.
Su causa es desconocida y, excepto en las formas hereditarias, se considera el resultado de la combinación de factores ambientales en individuos genéticamente predispuestos. Su base desde un punto de vista anatomopatológico es el depósito de cuerpos de Lewy y la pérdida progresiva de neuronas pigmentadas en la sustancia negra del mesencéfalo, lo que condiciona un déficit de un neurotransmisor llamado dopamina. Las consecuencias clínicas de este déficit son la lentitud de movimiento a nivel global con disminución para la destreza manipulativa, rigidez en las extremidades y en el 65% de los pacientes puede existir temblor de reposo en miembros, que habitualmente es asimétrico. Los primeros años de enfermedad los síntomas suelen poder controlarse con medicación dopaminérgica (“luna de miel”). Sin embargo, un porcentaje importante de pacientes experimenta fluctuaciones motoras con la evolución de la enfermedad y problemas de equilibrio con inicio de caídas, así como otros síntomas no motores como el deterioro cognitivo. Es la sensación de dependencia y la afectación de la calidad de vida lo que realmente limita a estos pacientes.
Durante los últimos años múltiples estudios han tratado de descubrir si el ejercicio físico es la nueva medicina para el Parkinson. Para ello es esencial aclarar qué papel juega en los mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad, algo todavía complejo. El deporte siempre ha formado parte de las terapias rehabilitadoras de la enfermedad de Parkinson, pero ¿tiene efecto neuroprotector o modificador sobre la misma?. El deporte definido como aquella actividad física planificada, estructurada, repetitiva e intencional destinada al desarrollo de nuestras capacidades físicas se puede convertir en la pieza clave para completar el tratamiento en la enfermedad de Parkinson. El ejercicio físico en modelos animales sí ha demostrado cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Además, en la vía nigroestriatal que es la afectada en la EP, parece existir un aumento en la liberación de dopamina, así como una reducción de la pérdida de células estriatales dopaminérgica, lo que se traduce en un enlentecimiento en la progresión de la enfermedad y por tanto un papel neuroprotector no aclarado todavía en el ser humano. En cuanto al envejecimiento celular sabemos que no lo evita pero sí atenúa los efectos del mismo.
Los ejercicios recomendados en el Parkinson han de ser llevados a cabo por un fisioterapeuta especializado y tiene 4 pilares fundamentales. Uno de ellos es la potenciación de la actividad muscular a través de estiramientos para mejorar el rango de movimiento en las articulaciones y estimular la flexibilidad y el tono muscular, pudiendo utilizar bandas elásticas por ejemplo. Otros son los ejercicios aeróbicos que mejoran la resistencia a nivel cardiovascular y de coordinación a través de tareas como lanzamiento de pelota de una persona a otra o bimanual para mejorar la destreza. El entrenamiento del equilibrio es de los ejercicios más importantes, ya que éste con frecuencia no responde a la medicación y puede llegar a ser muy incapacitante, siendo su rehabilitación la única vía para su mejora. Caminar por una línea recta o mantener la bipedestación sobre una superficie blanda, son formas de mejorar los problemas de equilibrio, así como la mejora de la postura con ejercicios de realineación postural y de respiración. Los pacientes con Parkinson avanzada caminan con pies imantados al suelo y con pasos cortos, por lo que un entrenamiento para caminar con cambios de dirección y control de la propiocepción a través de rotaciones del tronco o “marcha militar” mejora el movimiento global, así como el aumento del braceo que mejorará el equilibrio.
Existen también estudios centrados en el beneficio del Tai chi, Pilates, boxeo o danza sobre el equilibrio con muy buenos resultados.
Está muy claro que el deporte no sólo mejora la movilidad en el Parkinson, también mejora los síntomas no motores que pueden llegar a ser incluso más limitantes, como la ansiedad, depresión, insomnio o problemas cognitivos. Y esto lo consigue a través del bienestar emocional que produce el ejercicio físico influido también por la sociabilización al realizarlo.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es cuál es la dosis óptima de ejercicio físico para obtener una mejoría motora. Algunos estudios han revelado que los ejercicios de fortalecimiento muscular y aeróbicos de alta intensidad mejoran las puntuaciones motoras en comparación con los de baja intensidad. Otros estudios se centraron en cuantificar la calidad de vida en pacientes que practicaban deporte regularmente (>2,5 horas por semana) y también se observó mejores puntuaciones en éstos, en comparación con los que lo realizaban de manera esporádica.
Se discute también cuándo se debe empezar a realizar deporte en los enfermos de Parkinson y parece razonable pensar que cuánto más precoz mejor.
Independientemente de aclarar si el deporte modifica la evolución de la enfermedad, sí podemos concluir que el ejercicio físico regular mejorar la movilidad de los pacientes con Parkinson, permite controlar mejor las complicaciones motoras y no motoras de la enfermedad, disminuyendo el grado de discapacidad y lo que es más importante, mejorando la calidad de vida de estos pacientes.
Concha del Río Oliva licenciada en medicina en 2003 por la Universidad de Málaga es una neuróloga especialista en trastornos de movimiento y con amplia experiencia en enfermedades neurodegenerativas. Dada su extensa trayectoria y sus logros en esta materia, la doctora del Río se ha convertido en uno de los últimos fichajes del Centro de Neurología Avanzada (CNA), el mayor complejo neurológico extrahospitalario del país con presencia en las provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz y Málaga y que en seis años de vida se ha convertido en un referente en nuestro país con más de 35 mil consultas anuales. La doctora del Río se especializa en trastornos del movimiento pasando por el Clínic de Barcelona, uno de los hospitales de más prestigio en España en esta área, y en 2011 se forma en Londres en la ‘Unidad de Cirugía Funcional en los Trastornos del Movimiento’. En el mes de abril se incorpora al CNA en donde pasa a forma parte de un equipo multidisciplinar de más de 40 especialistas entre neurólogos, neurocirujanos, psiquiatras, neurofisiólogos, neuropsicólogos, psicólogos clínicos, logopedas, fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales que están consiguiendo óptimos resultados en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades neurológicas.