“El despertador es un contrasentido; debemos dormir lo que necesitamos”

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Consejo básico es que las personas deben concienciarse que las horas de sueño no son perdidas, sino esenciales para procesos como el aprendizaje o la consolidación de la memoria

El neurólogo malagueño Hernando Pérez Díaz es el coordinador de la Unidad de Trastornos de Vigilia y Sueño del Centro de Neurología Avanzada (CNA), que tiene sedes en Málaga, Sevilla y Cádiz. Dice que la gente se engancha a una serie y recorta horas de sueño, pese a que éste es clave para el mantenimiento del cerebro.

–¿Dormimos peor que antes de la pandemia?

–Sí, sin duda, porque la pandemia ha llevado a niveles de estrés a la población y de desasistencia sanitaria. Y esa preocupación se traduce, probablemente, en insomnio.

–Y luego vino la guerra de Ucrania, la inflación, la crisis energética…

–En esta sociedad de producción, en la que todo se mide en términos de rendimiento laboral y económico, en las últimas décadas hemos descuidado el sueño. Estimamos que dormimos un 20% menos que décadas atrás. Esta situación enrarecida de los últimos años -la pandemia, la guerra de Ucrania y todo lo que llevó aparejado de crisis económica- supone un estrés y un factor extra respecto a los problemas del sueño.

–¿Y hay factores internos? Porque habrá gente que duerma bien, aunque le preocupen la guerra y la inflación…

–Claro, evidentemente. Si hablamos de insomnio -no de otros problemas del sueño, como apnea o piernas inquietas- evidentemente, siempre hay un poco de predisposición personal. Personas tendentes a situaciones de ansiedad o con baja situación anímica, están más predispuestas a desarrollar un insomnio que otras que tengan una regulación emocional más adecuada. En las últimas décadas, hemos descuidado el sueño y una sociedad que no duerme es una sociedad enferma.

–El cambio de horario de verano e invierno ¿es bueno o malo?

–No tiene mucho sentido. Tendrá sentido en términos de eficiencia energética, pero no desde un punto de vista biológico. Deberíamos irnos adaptando a los ritmos de luz y oscuridad, pero de manera interna o biológica, no porque nos lo impongan. Y en estos cambios de horario de verano o de invierno, hay personas -como los niños o los ancianos- que tienen más dificultad en la readaptación a ese mordisco que le dan a una hora por arriba o por abajo. Son modificaciones sociales de política económica, pero desde un punto de vista biológico no parecen tener mucho sentido.

–Si fuese quien tiene que decirlo ¿haría el cambio o no lo haría?

–Probablemente no. Nosotros nos adaptamos a los ritmos de luz y oscuridad. Tenemos una zona del cerebro que se llama núcleo supraquiasmático que regula nuestro ritmo circadiano… cuando estamos despiertos o dormidos… La melatonina se libera con la caída de la luz solar y biológicamente hay una serie de reguladores que no tienen por qué cuadrar con los horarios que se nos imponen socialmente.

–¿Qué importancia tiene el sueño?

–Si lo pensamos bien, pasamos 30 años de la vida durmiendo. Y el sueño no es sólo el descanso; cada día se le conocen más funciones. Por ejemplo, hay un sistema glinfático que hace tareas de mantenimiento del cerebro. La limpieza de los detritus de productos tóxicos se realizan durante el sueño. En una persona que no duerme lo suficiente o no tiene un sueño de buena calidad, el sistema glinfático pierde eficiencia en depurar productos tóxicos y se viene ligando a probabilidad de desarrollar alzheimer. Las patologías del sueño -como insomnio, apnea obstructiva crónica o síndrome de piernas inquietas- son muy prevalentes. Al final, si no dormimos bien, no funcionamos bien. Una persona que no duerme bien dos noches, sin tener ningún tipo de enfermedad, ya está que no se encuentra. Y en cualquier enfermedad que curse con problemas cognitivos, de memoria o de movilidad, los trastornos del sueño la agudizan. No dormir bien también se viene ligando a problemas cardiovasculares, cerebrovasculares, diabetes, obesidad… Simplemente por cambios metabólicos que se producen por no dormir bien.

–¿Consejos para dormir bien?

–Lo básico es pensar que tenemos que descansar. Nos enganchamos a una serie o a un programa de televisión y tendemos a recortar en horas de sueño. Hay pensar en el descanso y conceder una serie de horas a dormir. No todo es insomnio, hay muchas personas que por horarios laborales o por cuestiones sociales van privadas crónicamente de sueño; pero porque no conceden horas a dormir.

–¿Ocho horas diarias?

–Es muy variable. De media, en un adulto joven, deberían ser entre 7,30 y 8,30. Hay personas que necesitan menos y otras que necesitan más. Cada uno tiene una cuota de sueño y lo que debe hacer es dormir lo que necesita. Se viene hablando en los últimos tiempos de que el despertador es un contrasentido. [Porque cuando suena y aún estamos dormidos] Significa que aún no se ha cubierto realmente el ciclo de sueño que cada uno necesita.

–¿Quiere decir que no se ha dormido lo suficiente?

–Efectivamente y cada uno debe dormir lo que necesite. Unos 7,30 horas, otros 8,30. Esto es como las calorías. Hay quien necesita 1.800 calorías y el que consume 2.200. Esto igual, es algo personal. Y hay que destinar lo que cada uno necesite al descanso. Si una persona en fines de semana duerme dos horas más que entre semana, significa que va privada crónicamente de sueño. Lo que está haciendo los fines de semana es compensar el no descanso nocturno adecuado durante la semana.

–¿Algún otro consejo?

–Que la personas se conciencien a que tenemos que dormir como principal arma de descanso, mantenimiento del cerebro, de limpieza del cerebro… Es como si tenemos una gran fábrica y las tareas de mantenimiento se realizan durante el sueño. Más que dar normas de higiene de sueño, que cunden mucho por ahí, mi consejo es pensar que tenemos que dormir y descansar.

–¿El tiempo que se duerme no es tiempo perdido?

–No. El aprendizaje, la consolidación de la memoria, la regulación emocional… son tareas que se realizan durante el sueño.